III. Son decisiones que uno toma
III. Son decisiones que uno toma
Es decir, cuando una está ahí, absolutamente sola, se concentra tanto (o será que no tengo por lo demás un momento de suma concentración) y miras la pared, que en mi caso es una pared blanca, hermosa, sin nada de gloria. Y pienso que detrás de esa pared, hay otra pared (o de todos modos cago) y no es una imagen bonita, pero es una imagen, y eso es bastante.
Llega Michael, o alguien ha tocado el timbre.
Envuelvo un poco de papel higiénico entre mis dedos y continúo. El papel higiénico es suave, casi algodonezco, y puedo sentirlo bien apenas rozándolo con mi piel. Y cuando salgo de allí me miro en el espejo y enjuago mis manos con un poco de agua que sale del fregadero. Tengo puesta todavía la pijama a pesar de que es viernes, y he llegado del Colegio cansada, sin ganas de nada (aprovechando que todavía no comenzaron mis clases de Inglés). Así que mi mamá dice que ya llegó Michael, y yo intento bajar las escaleras pero ella me detiene.
- ¿Cómo se te ocurre bajar así, en pijama, niña?
Yo pienso que al final es lo mismo, si acabo de cagar, y mientras lo hacía no pensé tanto en Michael que ahora espera abajo dando pasos cuidadosos sobre el piso brillante, lustrado y bien encerado. Cuando he terminado de ponerme el calzón (tengo todavía las tetas al aire) mi padre interrumpe en mi habitación.
Es una escena típica: yo doy de gritos por todos lados y él se cubre un tanto los ojos al hablar.
- ¡Vete! ¡Vete!
Cierra la puerta con un sonido hosco (hueco, acaramelado) y yo pienso en que de todos modos de aquí a un rato más nadie se acordará de nada. Me pongo mi sostén, negro, y en seguida me pongo lo más rápido que puedo un pantalón buzo, algo cómodo, de rayas rojas a ambos lados, y me meto debajo de un polo apretado ensayando palabras y sonrisas.
- Michael...
Caneto baja las escaleras del Colegio. Es viernes y el invierno nos ha tratado mal. Se dirige directamente donde Cynthia y le da un beso. No es un beso cariñoso, sino más bien educado, en una mejilla. No es nada fuera del otro mundo. Ni me sugestiona lo suficiente, ni nada.
Por lo pronto es aburrido estar en Quinto año de secundaria, y converso de eso con Yesenia.
- Chica, por favor.
- ¿Qué?
Yesenia me mira con una media sonrisa burlona. Le guiña un ojo a su primo (que por esas cosa de la vida, es Caneto) y continúa conmigo.
- Ahora que estás con Michael nada puede ser tan malo, mi vida.
Me pregunto por qué hablará de Michael como si le gustara.
- No entiendo, ¿qué tiene que ver Michael o qué?
Mira un minuto a toda la gente que se desplaza debajo nuestro en distintas direcciones, y le da mayor énfasis a todos esos chicos que patean el balón de fútbol en la canchita de cemento.
- Mira, ya se acabó el colegio...
Yesenia le enseña el dedo de el medio a alguien. Creo que es su primo.
- Me haré un piercing -comenta después de un rato.
- ¿Ya te dije que estás loca?
Balbucea un par de cosas que no logro escuchar. De repente el gordo Manuel y Caneto están aquí con nosotras, en el segundo piso, y Yesenia les sonríe en plan “Yesenia” y a mí me dan ganas de vomitar. Caneto empieza con lo mismo.
- ¿Cómo te va, Melisa?
- Bieeeen...
Sonríe.
Algo en Caneto y Yesenia me tiene preocupada.
- Ese “bien” sonó muy largo, ¿no crees?...
Y en seguida:
- ¿Qué tal te va con tu novio?
- ...enamorado.
- Es igual.
- ¿Tiene nombre, sabías?
- Apenas lo conozco.
Pausa.
Yesenia y el gordo Manuel conversan. Creo que Yesenia está en plan “sabotear a Michael”. Me pregunto si todos aquí saben que Caneto puede arruinar mi mundo entero en una hora.
Arrastro a Yesenia a unos metros de aquí.
- ¿Qué te pasa?
Trato de inventar alguna excusa.
- Mmm...
Yesenia acaricia mis mejillas y yo miro de reojo a Caneto. Comenta algo con el gordo Manuel y creo que ambos escupen a la canchita de cemento. Son tan idiotas...
- Huevona... -empiezo- creo que me ha venido el señor Rojas...
- ¿Qué?
- ¿Tienes una toalla?...
Yesenia hace una mueca con una cara que no entiendo.
- En mi mochila hay.
Desaparezco de la escena entonces.
Son decisiones que uno toma, me repito mientras escribo mi diario personal en mi mesa de noche una vez que se ha ido Michael y estoy en pijama de nuevo. Son decisiones que uno toma en la adolescencia, mientras todavía se es joven y no se han perdido las esperanzas totales para con el futuro. Suena raro que yo diga algo así, tomando en cuenta mi edad, y la posición de mi cuerpo. No sé si soy bella, en realidad, escribo, pero creo que sí soy bella. O si no lo soy todavía, de seguro mañana más tarde lo seré. Al final todo es tan ridículo, pienso, la belleza femenina se marchita y se muere (creo que leí eso en un poema de Bécquer), pero yo todavía tengo dieciséis años, me falta mucho por vivir. Y llevo una vida que se puede llamar “muy normal”, en una casa “más o menos decente”, en una familia “más o menos ideal”. Con un padre y una madre que hacen lo que pueden por mí. Y lo demás está bien por ahora.
Son decisiones que uno toma. En cambio, a mí Caneto no me dijo nada cuando se metió con Cynthia, y tampoco me dijo nada tiempo después. No sé si él se dio cuenta de algo, o si Yesenia solo intenta utilizar a la gente para divertirse un rato. En realidad, a mí ya no me importa nada, y me da igual si Caneto se come una mariposa o no (yo una vez me comí una mosca) pero esto yo ya no lo escribo, sino que lo pienso mirando la ventana y el cielo negro, que se extiende a todos lados, y hace mucho frío. La neblina borra todo vestigio de civilización y los árboles apenas se pueden ver difuminados en imágenes obtusas, y la luz amarilla vomitada por los postes de luz por la noche.
Ya no quiero pensar más en por qué estoy con Michael. Quizá si le digo varias veces que lo quiero y que me gusta y que me encanta su apellido y su mirada seria, me lo creeré. Su peinado, y la parsimonia que usa al hablar. Quiero olvidarme de Michael y del Colegio, y de Caneto y de su inmadurez (tan patética). Quiero olvidarme que yo soy Melisa, que tengo dieciséis años. Que es invierno y que, sin duda alguna, ya llegó el 2000. Que ya llegó, y así como llegó, se fue...
Es decir, cuando una está ahí, absolutamente sola, se concentra tanto (o será que no tengo por lo demás un momento de suma concentración) y miras la pared, que en mi caso es una pared blanca, hermosa, sin nada de gloria. Y pienso que detrás de esa pared, hay otra pared (o de todos modos cago) y no es una imagen bonita, pero es una imagen, y eso es bastante.
Llega Michael, o alguien ha tocado el timbre.
Envuelvo un poco de papel higiénico entre mis dedos y continúo. El papel higiénico es suave, casi algodonezco, y puedo sentirlo bien apenas rozándolo con mi piel. Y cuando salgo de allí me miro en el espejo y enjuago mis manos con un poco de agua que sale del fregadero. Tengo puesta todavía la pijama a pesar de que es viernes, y he llegado del Colegio cansada, sin ganas de nada (aprovechando que todavía no comenzaron mis clases de Inglés). Así que mi mamá dice que ya llegó Michael, y yo intento bajar las escaleras pero ella me detiene.
- ¿Cómo se te ocurre bajar así, en pijama, niña?
Yo pienso que al final es lo mismo, si acabo de cagar, y mientras lo hacía no pensé tanto en Michael que ahora espera abajo dando pasos cuidadosos sobre el piso brillante, lustrado y bien encerado. Cuando he terminado de ponerme el calzón (tengo todavía las tetas al aire) mi padre interrumpe en mi habitación.
Es una escena típica: yo doy de gritos por todos lados y él se cubre un tanto los ojos al hablar.
- ¡Vete! ¡Vete!
Cierra la puerta con un sonido hosco (hueco, acaramelado) y yo pienso en que de todos modos de aquí a un rato más nadie se acordará de nada. Me pongo mi sostén, negro, y en seguida me pongo lo más rápido que puedo un pantalón buzo, algo cómodo, de rayas rojas a ambos lados, y me meto debajo de un polo apretado ensayando palabras y sonrisas.
- Michael...
Caneto baja las escaleras del Colegio. Es viernes y el invierno nos ha tratado mal. Se dirige directamente donde Cynthia y le da un beso. No es un beso cariñoso, sino más bien educado, en una mejilla. No es nada fuera del otro mundo. Ni me sugestiona lo suficiente, ni nada.
Por lo pronto es aburrido estar en Quinto año de secundaria, y converso de eso con Yesenia.
- Chica, por favor.
- ¿Qué?
Yesenia me mira con una media sonrisa burlona. Le guiña un ojo a su primo (que por esas cosa de la vida, es Caneto) y continúa conmigo.
- Ahora que estás con Michael nada puede ser tan malo, mi vida.
Me pregunto por qué hablará de Michael como si le gustara.
- No entiendo, ¿qué tiene que ver Michael o qué?
Mira un minuto a toda la gente que se desplaza debajo nuestro en distintas direcciones, y le da mayor énfasis a todos esos chicos que patean el balón de fútbol en la canchita de cemento.
- Mira, ya se acabó el colegio...
Yesenia le enseña el dedo de el medio a alguien. Creo que es su primo.
- Me haré un piercing -comenta después de un rato.
- ¿Ya te dije que estás loca?
Balbucea un par de cosas que no logro escuchar. De repente el gordo Manuel y Caneto están aquí con nosotras, en el segundo piso, y Yesenia les sonríe en plan “Yesenia” y a mí me dan ganas de vomitar. Caneto empieza con lo mismo.
- ¿Cómo te va, Melisa?
- Bieeeen...
Sonríe.
Algo en Caneto y Yesenia me tiene preocupada.
- Ese “bien” sonó muy largo, ¿no crees?...
Y en seguida:
- ¿Qué tal te va con tu novio?
- ...enamorado.
- Es igual.
- ¿Tiene nombre, sabías?
- Apenas lo conozco.
Pausa.
Yesenia y el gordo Manuel conversan. Creo que Yesenia está en plan “sabotear a Michael”. Me pregunto si todos aquí saben que Caneto puede arruinar mi mundo entero en una hora.
Arrastro a Yesenia a unos metros de aquí.
- ¿Qué te pasa?
Trato de inventar alguna excusa.
- Mmm...
Yesenia acaricia mis mejillas y yo miro de reojo a Caneto. Comenta algo con el gordo Manuel y creo que ambos escupen a la canchita de cemento. Son tan idiotas...
- Huevona... -empiezo- creo que me ha venido el señor Rojas...
- ¿Qué?
- ¿Tienes una toalla?...
Yesenia hace una mueca con una cara que no entiendo.
- En mi mochila hay.
Desaparezco de la escena entonces.
Son decisiones que uno toma, me repito mientras escribo mi diario personal en mi mesa de noche una vez que se ha ido Michael y estoy en pijama de nuevo. Son decisiones que uno toma en la adolescencia, mientras todavía se es joven y no se han perdido las esperanzas totales para con el futuro. Suena raro que yo diga algo así, tomando en cuenta mi edad, y la posición de mi cuerpo. No sé si soy bella, en realidad, escribo, pero creo que sí soy bella. O si no lo soy todavía, de seguro mañana más tarde lo seré. Al final todo es tan ridículo, pienso, la belleza femenina se marchita y se muere (creo que leí eso en un poema de Bécquer), pero yo todavía tengo dieciséis años, me falta mucho por vivir. Y llevo una vida que se puede llamar “muy normal”, en una casa “más o menos decente”, en una familia “más o menos ideal”. Con un padre y una madre que hacen lo que pueden por mí. Y lo demás está bien por ahora.
Son decisiones que uno toma. En cambio, a mí Caneto no me dijo nada cuando se metió con Cynthia, y tampoco me dijo nada tiempo después. No sé si él se dio cuenta de algo, o si Yesenia solo intenta utilizar a la gente para divertirse un rato. En realidad, a mí ya no me importa nada, y me da igual si Caneto se come una mariposa o no (yo una vez me comí una mosca) pero esto yo ya no lo escribo, sino que lo pienso mirando la ventana y el cielo negro, que se extiende a todos lados, y hace mucho frío. La neblina borra todo vestigio de civilización y los árboles apenas se pueden ver difuminados en imágenes obtusas, y la luz amarilla vomitada por los postes de luz por la noche.
Ya no quiero pensar más en por qué estoy con Michael. Quizá si le digo varias veces que lo quiero y que me gusta y que me encanta su apellido y su mirada seria, me lo creeré. Su peinado, y la parsimonia que usa al hablar. Quiero olvidarme de Michael y del Colegio, y de Caneto y de su inmadurez (tan patética). Quiero olvidarme que yo soy Melisa, que tengo dieciséis años. Que es invierno y que, sin duda alguna, ya llegó el 2000. Que ya llegó, y así como llegó, se fue...
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